jueves, 22 de febrero de 2018

Los Niños en la Grecia Helenística

El tema de este mes es niños. El infierno nos dejó agotadas, los niños nos levantan el ánimo.

Ya Marissa nos habló de los niños vistos por los maestros del Renacimiento. Desde la Cantoria de Donatello hasta la de Luca della Robbia y aludió a los niños de los cuadros de Filippo Lippi, que si bien aparecen en cuadros de motivos  religiosos, tienen una gracia particular, una cosa lúdica que probablemente tengan que ver con el hecho que había dejado de ser fraile, para casarse con la monja Lucrezia Butti. En realidad, su madre, al enviudar de un carnicero lo deja en el convento de los Carmelitas porque no tiene cómo mantenerlo. Ahí tiene la fortuna de conocer a uno de los pintores más trascendentes del Renacimiento y de los pioneros de la perspectiva, Masaccio (1401-1428) que vive solo veintisiete años y, según relata Giorgio Vasari , muere envenenado y lleno de deudas.

Cristina nos habló a partir de un cuadro de Pieter Brueghel de la diferencia entre game y play

Yo me quiero remontar al mundo pagano y, por supuesto a una de mis grandes pasiones que es la mitología greco-latina. El período clásico de la cultura griega (siglos V y IV A.C) es uno de esplendor cultural de tal magnitud que solo podría compararse con el renacer de esa misma cultura, el Renacimiento,  que comienza a gestarse en Florencia hacia el siglo XIV y se cristaliza en el XV.

 Es  la era del desarrollo de la filosofía, donde la polis Atenas cuyo estratega es Pericles  (c. 494-429 A.C) se convierte en un centro de renovación cultural y arquitectónico  sin precedentes. Es el período donde se desarrolla la tragedia, que es la lucha inevitable del hombre contra el destino que es siempre injusto e irreversible. Es la época en que Pericles encarga a Fidias, Calicrates e Ictinus  la construcción del templo más perfecto, el Partenón (447-432 A.C) dedicado a la Diosa Atenea en el Acropolis, el monte sagrado que tenían todas las ciudades-estado (polis) griegas. Y es también la época en que el escultor Policleto desarrolla con su Doriforos (450-440 A.C) el canon de belleza griega y el dominio de la técnica perfecta  y el equilibrio.  Y precisamente por eso, en el arte clásico, donde se aspira a la perfección idealizada los niños y los ancianos no aparecen.

Quizás la única excepción sea la escultura de un admirador  de Fidias, Praxiteles, Hermes con el Infante Dionisio en hombros (c.330 A.C).

Praxiteles c.330 A.C
Lo maravilloso de la mitología clásica es que siempre hay varias versiones que se contradicen, pero recurro a la más popular sobre  Dionisio, Baco para los romanos y Dios del vino,  a quien se  conoce como el nacido dos veces. Robert Graves y Pierre Grimal, para mí los dos mejores intérpretes de la mitología clásica coinciden en que Zeus deja encinta a Semele, una mortal. Cuando su amante se presenta orgulloso de toda su fuerza, convertido en forma de rayo, sin darse cuenta la fulmina.  Zeus, entonces, rescata al niño que tiene seis meses de gestación del vientre de su madre y lo cose a su propio muslo de donde nacería tres meses más tarde. Zeus  encarga el cuidado del niño a su hijo Hermes, quien a su vez evitaría la furia de la diosa Hera que se encargará de hacer que Dionisio sea un Dios errante por mucho tiempo y pase muchas aventuras dolorosas antes de descubrir el vino y compartirlo con los hombres en las Bacanales. Pero Dionisio es también un Dios muy creativo, es el Dios de las orgías, de la intoxicación,  es en honor a él que surge el festival de la tragedia en el siglo V A.C.

Un filósofo amigo mío,  maneja una versión de Dionisio cuya fuente ignoro, pero que no deja de ser mágica. Según relata Victor Krebs, Zeus decide mandar a Dionisio donde los titanes para darles algo de humanidad. Los titanes lo que hacen es descuartizarlo. Zeus lo reconstruye pero pulveriza a los titanes con su rayo y de esas cenizas sale la raza humana, por eso tendríamos algo de titánico en nuestro ser. Los titanes renacerían por ser inmortales pero sus cenizas serían ya parte nuestra. 

El período clásico llega a su término cuando comienza el helenístico (323 A.C- 145 A.C)  que se inicia con la muerte de Alejandro Magno y termina con la toma de Corinto por los romanos. El arte helenístico ya no busca el equilibrio perfecto al que aspiraba el arte clásico. Es un arte voluptuoso, recargado donde aparecen con mayor fuerza expresiva los sentimientos de los personajes esculpidos. Y, en este período sí se hacen esculturas de niños y ancianos. A mí me gustan particularmente dos en las que aparecen niños.

Una de ellas es el Eros Dormido, Cupido para los Romanos, una pieza en bronce del período helenístico que intriga porque vemos a Eros desarmado, sin el arco con flechas rojas para inspirar pasión y negras para inspirar amores indignos con los que se le suele representar. A pesar de que se le atribuyen diversos orígenes, la versión más aceptada es la que sostiene que es hijo del amor clandestino de Ares , el Dios de la guerra y Afrodita, la diosa de la belleza y patrona de las prostitutas, casada con Hefesto el Dios orfebre que vivía en el Tartaro. Se le representa como un niño con alas y su misión es perturbar la vida de los hombres con las flechas que dispara. Sin embargo, Eros también es capaz de enamorarse y ese mito narra su historia de amor con Psyche, a ocultas de su madre que daría también lugar a esculturas de un Eros adulto, cuyo mejor intérprete para mí será el escultor neo clásico del siglo XVIII, Antonio  Canova.


Sleeping Cupid
El tema de Cupido dormido y alado parece haber sido el de una escultura de Miguel Angel ahora perdida pero que será la causa de su llegada a Roma cuando el cardenal Riario que la había comprado se da cuenta que no es una escultura romana sino una que pretende serlo hecha por el joven Miguel Angel que aún  no había cumplido veinte años. Haría otra representación de Cupido, también perdida, durante sus primer año  en Roma, supuestamente vendida a quien sería uno de sus amigos y comitentes más importantes, el banquero Jacopo Galli, quien también tendría la escultura de Baco ebrio que el cardenal Riario parece haber rechazado, ahora en el Museo del Bargello en Florencia.

La otra escultura helenística en la que vemos a un niño sonriente realizando una acción cruel, otro extremo de la vida, es El Niño Estrangulando a un Ganzo. La dulzura del ganzo se contradice con el acto que el niño travieso está cometiendo, pero uno no puede dejar de mirarla y comprender que se trata de una obra maestra.

https://www.pinterest.com/pin/532269249689804985/


A mi no puede dejar de evocarme aunque es probable que Verrocchio no la haya visto jamás, al Putto col Delfino (c. 1470) de Andrea del Verrocchio uno de los grandes escultores del Quattrocento y maestro de Leonardo entre otros artistas.

https://it.wikipedia.org/wiki/Putto_con_delfino#/media/File:Putto_col_delfino_di_verrocchio_02.JPG

Hoy en el Palazzo della Signoria en Florencia sobre una fuente de agua. La ternura que emana este querubín, es equivalente a la de otros niños del Renacimiento  y nos invita a la experiencia mágica que es recorrer el Palazzo della Signoria, también llamado Palazzo Vecchio cuando lo ocupan los Medici.

Habrán otras esculturas helenísticas de niños como el que se saca una espina y sin duda muchas otras más en en Renacimiento e incluso en el Barroco. Si pensamos en temas no paganos, quizás Murillo sea el artista que los representa con más frecuencia. 

La realidad no siempre coincide con la fantasía, pero el tratamiento de los niños tanto en el arte helenístico como en el Renacimiento es una invitación a disfrutar de solo la experiencia de ver la dulzura sino también  la destreza  y genialidad técnica combinadas. 

Referencias
Grimal, Pierre. The Dictionary of Classical Mythology. Malden, Massacussets:  Blackwell Publishers, 200.
Gombrich, E.H. The Story of Art. London: Phaidon Press Limited, 1997.

lunes, 12 de febrero de 2018

Play and game: el espacio de los niños

Junto con Van Eyck, El Bosco y Rubens, Pieter Brueghel, el Viejo (1525-1569), es considerado uno de los grandes pintores del Renacimiento Flamenco. Cada uno tenía su propio estilo y temáticas, pero siempre una voluntad de establecer nexos con el mundo en el que vivían. En este sentido, es posible que Brueghel sea quien más lejos haya llegado, con cuadros que se sitúan siempre en los entornos cotidianos de Flandes en el siglo XVI.

En 1560 pinta Khinderspill, (Kinderspele o Juegos de niños), un gran óleo de 118 x 161 cm actualmente en el Kunsthistorisches Museum en Viena, en el que  detalla con gran minuciosidad un conjunto de escenas de juegos de niños. Algunos son muy pequeños, otros, casi adolescentes. No hay adultos a la vista.


La presencia de los niños en el arte no se da hasta alrededor del siglo XII (Aries, 1962, p. 33). Las representaciones que lo habían intentado, hasta el momento, colocaban adultos en escala menor, sin considerar las proporciones del cuerpo de un infante. Un ejemplo es el relieve Akhenatón y su familia (siglo XIV a.C.), en la que vemos al faraón y a su reina Nefertiti, en una extraña escena de juego con sus tres hijos. La diferencia entre adultos y niños es sólo en escala, y de no ser por los gestos cariñosos de los padres, uno podría confundirse con las distinciones de tamaño y jerarquía, comunes en el arte egipcio.

Akhenaten, Nefertiti and their children

Una escena muy posterior, en una pieza de marfil que data del imperio Otomano (968 d.C.), Cristo bendiciendo a los niños nos muestra a un personaje pequeño que ocupa el lugar privilegiado en la composición, pero cuyas proporciones aún se confunden con las de los adultos a su alrededor. Algunos años más adelante, la miniatura de Cristo bendiciendo a niños (Evangelios de Otto III, ca. 1000) nos muestra 7 figuras, con cuerpos de adultos, que representan a los niños a quienes la bendición va dirigida. El no incorporar al niño como ser distinto al adulto llegaba a extremos tales que "un pintor no dudaría en darle al cuerpo desnudo de un niño, en los poquísimos casos en los que éste estaba expuesto, la musculatura de un adulto" (Aries, 1962, p. 33).

Ottonian ivory, Christ Blessing Children German, 968. Paris, Musee du Louvre
Christ Blessing Children, from Gospels of Otto III German (Reichenau), c.1000.
Munich, Bayerisches Staatsbibliothek


En el Renacimiento, esta situación cambia por dos razones: por un lado, una mayor observación del cuerpo humano, que permite una mejor representación de las diferencias en edad y cuerpos; por otro, la incorporación de temas no religiosos, que llevan al arte escenas de vida cotidiana. En este contexto, el cuadro de Brueghel es pionero, no sólo por la representación fiel de la proporción de los niños, sino, por sobre todo, por haber captado las expresiones particulares y la esencia de lo que es, finalmente, el juego y el comportamiento infantil.

Google Art Project ha identificado al menos 40 diferentes juegos, aunque otros autores señalan que son más de 90 (Hindman, 1981), dibujados con gran minuciosidad, en toda la extensión de la composición. Como señala Gombrich, refiriéndose a Boda campesina, otro gran cuadro del pintor, "todos los detalles se vuelven mucho más pequeños, y tenemos, por lo tanto, que mirar con doble cuidado" (Gombrich, 2006 [1950], p. 288). El aparente caos es, en realidad, un equilibrio de todos estos pequeños grupos y sus actividades.

Sin embargo, la representación del juego tiene otra lectura. Durante la edad Media, y hasta el siglo XVII, se comparaba la infancia con un estado "vacío de pensamiento, carente de entendimiento, y sinónimo de locura" (Hindman, 1981, p. 449). Muchas veces, detrás de esta lectura había un trasfondo moralista: había que superar este estado de locura y llegar a la madurez, sinónimo de mesura y buen comportamiento. 

Sin embargo, otras lecturas del cuadro de Brueghel sugieren que se refiere a la representación de situaciones de aprendizaje, en un contexto humanista dentro del cual la ciudad de Antwerp, donde ocurre la escena, cobra importancia. Es aquí donde, durante el siglo XVI, se desarrollan teorías pedagógicas que dan origen a una serie de textos y escuelas libres (Orrock, 2010), y es con estas ideas que se empieza a dar al niño y a sus actividades un espacio en la sociedad.

En castellano usamos la misma palabra, juego, para describir dos tipos de actividades bastante diferentes. En inglés, play y game definen mejor los dos tipos de acciones que podemos ver.

Play se refiere al juego libre, sin reglas, es un "territorio abierto, en el que el hacer creer y el construir mundos son factores cruciales" (Walther, 2003). Según Winnicott, en el área de juego, "el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad externa y los coloca al servicio de alguna muestra derivada de la realidad interna o personal" (Winnicott, 1971 [2009], p. 69). Es un modo en el que el niño se relaciona con el exterior, lo intenta entender y, por lo tanto, asimilar a sus propias vivencias.

Game, por su parte, designa juegos parametrados, con un conjunto de reglas, y que ocupan una realidad alternativa. Son territorios confinados y estructurados.

En el cuadro de Brueghel, a pesar del título, vemos ambos. Algunos niños juegan en pequeños grupos (game) y podemos adivinar intenciones y objetivos. Otros están inmersos en actividades más espontáneas (play) y, en algunos casos, solitarias, como el pequeño que tira agua a un pajarito o la niña que grita dentro de un barril.



Desde ignorar su existencia, hasta su paulatina asimilación en el "mundo de los adultos", visible a través del arte, los niños han adquirido un lugar propio en nuestra sociedad. Con ellos, el juego se vuelve un acto importante, del que los adultos podemos aprender. Ambos, juego libre y juego estructurado, nos ayudan a comunicarnos, nos acercan y nos convierten en individuos y seres sociales. Nos llenan de humor y afectos y, por qué no, se vuelven un vehículo para la catarsis.


Referencias:

Aries, Philippe (1962) Centuries of Childhood. A Social History of Family Life. New York: Alfred A. Knopf.
Gombrich, E. H. (2006 [1950]) A Story of Art. London: Phaidon.
Hindman, Sandra (1981) Pieter Bruegel's Children's Games, Folly, and Chance. The Art Bulletin. September, Vol. LXIII, No 3. pp. 447-475.
Orrock, Amy (2010) Play and learning in Pieter Bruegel's Children's Games. PhD Thesis in History of Art, University of Edinburgh.
Walther, Bo Kampmann (2003) Playing and Gaming. Reflections and Classifications. Game Studies, Vol. 3, No. 1. En: http://www.gamestudies.org/0301/walther/
Winnicott, D. W. (1971 [2009]) Playing and Reality. London: Routledge.

domingo, 4 de febrero de 2018

Niños

Lucca della Robbia, Cantoría (1431 – 1438) Cantoría, detalle.

Comenzamos un nuevo mes, febrero. Este mes, en aras de ofrecerles un bocadillo dulce, hemos elegido como tema: niños. El sólo mencionarlo me provoca una sonrisa, ¿a ustedes no?

Al tema, entonces. 

Entre las representaciones más exitosas y encantadoras de niños, en la Historia del arte, tenemos las ejecutadas en el estilo dulce. 

Se conoce como el estilo dulce al tipo de representación que surge en el Renacimiento (italiano) temprano en la década de los 20s y 30s del siglo XV y dura más o menos 25 años. En sus comienzos, las representaciones en dicho estilo se limitan a las imágenes de la Virgen y el Niño con un objetivo determinado, el de enfatizar la humanidad de Cristo. 

Acá me permito un paréntesis para explayarme sobre un fenómeno cultural, el Humanismo, del cual ya Liliana Checa nos contó un poco en su última publicación, “Infierno” (24/01/2018), y que es importante para apreciar las motivaciones y características del estilo dulce.

El Humanismo es un fenómeno cultural importantísimo en el Renacimiento italiano. En sus inicios, el movimiento se caracteriza por una renovación objetiva y comprehensiva de las culturas griega y romana. El desarrollo del Humanismo está, indudablemente, ligado a un vivo interés en el sistema legal romano y a la traducción de textos antiguos hecha por intelectuales italianos. Florencia se considera el líder del movimiento humanista y los florentinos creen fehacientemente que su ciudad republicana, originalmente fundada como una colonia romana, es la nueva Roma republicana.

Frederick Hartt, nos ayuda bien a comprender la esencia del movimiento dentro del contexto del Renacimiento en sus análisis del pensamiento de Giannozzo Manetti:

En la epítome del movimiento, entre 1451 y 52, el humanista florentino Giannozzo Manetti escribe su libro Acerca de la dignidad y excelencia del hombre. En éste, Manetti refuta la creencia de la desvalorización del hombre a los ojos de Dios que los teólogos medievales proponen. El escritor proclama al hombre como el “señor, rey y emperador en toda la órbita del mundo, y no indigno de dominar, reinar y gobernar.” Así, no sólo el alma del hombre es hermosa sino también su cuerpo, en su totalidad y también en cada parte que está perfectamente adecuada para su función. Tan perfecto es el hombre que tanto paganos como cristianos se consideran la representación de sus dioses en forma una empresa válida. Esto es comparable a la idea de los griegos de llamar el cuerpo humano un microcosmo porque ello refleja, en sí mismo, la armonía del universo. Desde el mismo punto de vista, no hay milagro que la inteligencia humana no sea capaz de comprender, así como no hay misterio del cosmos que ella no pueda penetrar. En suma, el epítome del genio humano radica en su especulación de lo divino. El mundo no fue creado para Dios, quien en realidad no tiene necesidad de él, sino para el hombre. Como muchos creen hasta hoy, el hombre es la creación más perfecta de Dios porque encierra en sí mismo toda la belleza repartida en los diferentes órdenes universales, y los revela en su poder creativo el cual es el portento real de su poder. “Nuestro es, dice Manetti, todo aquello que ven, todos los hogares, fortalezas, ciudades, edificios en el mundo entero que son tantos y hechos de tal manera que parecen ser el trabajo de ángeles y no de hombres … Nuestras son las pinturas, nuestras las esculturas, nuestro es el arte, nuestra la ciencia, nuestra la sabiduría. Nuestras son todas las regiones de la tierra, montañas, valles, plantas, animales, fuentes, ríos, lagos y mares, y todas las innumerables criaturas.” Entonces, para Manetti, el fin del hombre no está en Dios, sino en el conocimiento de sí mismo y de su propia creatividad. (Hartt, 1989, pp. 514-515)

Como ya se ha dicho, la actitud humanista vis-à-vis el dios de los cristianos no solamente radica en darle una forma humana sino también en humanizarlo. Hasta un cierto momento, la imagen de Cristo es presentada como juez y ejecutor de castigo pero esta imagen se contradice la idea cristiana del perdón y esto, entre otras cosas, provoca el cambio. 

Los gestos, las expresiones faciales, el lenguaje corporal, todos se transforman. Giotto (c.1270 – 1337), acreditado por Vasari como el precursor de grandes cambios, efectivamente, apunta hacia lo que vendrá. Algunas de las imágenes en su serie de frescos en la Capilla Scrovegni, también conocida como la Capilla de la arena (c.1305) dan fe de ello.
Giotto, Natividad (1305 – 1306), fresco, 200 x 185 cm, en la Capilla de la arena, Padua.


Como podemos apreciar en la Natividad de Giotto, la Madonna refleja una actitud maternal en la forma como se reclina hacia el Niño; a su vez, el Niño es representado como un infante y no un adulto en miniatura, como era habitual en la Edad Media. Tenemos un ejemplo de ello en la Madonna Santa Trinita de Cimabue (c. 1245 – 1302).


Cimabue, Madonna Santa Trinita (c.1286) témpera sobre panel,
384 x 223 cm, Galeria degli Uffizi, Florencia.

Regresando al fresco en Padua, este refleja abiertamente el lazo de amor entre madre e hijo, no sólo a través de la actitud de María, sino también a través del contacto visual.

Siguiendo el ejemplo de Giotto di Bondone, algunos artistas innovadores explotan estas novedosas cualidades en la imagen sagrada transformando la imagen de Cristo y, hasta cierto punto, la de María.

Donatello (1386 – 1466) nos regala una preciosa plancha de piedra con la Madonna Pazzi.


Donatello, Madonna Pazzi (c. 1425), mármol,  74.5 x 69.5. Staatliche Museen, Berlin.

Este retrato a medio cuerpo, realizado a la manera de una stele griega evoca cierta tristeza en la intensa mirada de la madre quien anticipa el sacrificio y la muerte de su hijo. A su vez, manifiesta la íntima conexión de la madre con el niño en el abrazo y las miradas entrelazadas. La imagen despierta una gran ternura, quizás debido a la leve sonrisa que se dibuja en los labios del niño y quizás, también, al recuerdo que ella nos trae de una experiencia similar. ¿Quién no se enternece con el recuerdo de un niño en brazos sonriéndonos? A estos detalles podemos agregar las características físicas del infante y el escorzado del pie, ambos dan un aire moderno a la imagen.


El primer trabajo documentado de Luca della Robbia (1399/1400 – 1482), la Cantoría nos promete un escultor digno competidor de Donatello pero el artista tomará otro rumbo al dedicarse a la producción de trabajos en terracota.


Lucca della Robbia, Cantoría (1431 – 1438) Cantoría
– realizada para la puerta norte de la sacristía de la catedra de Florencia –,
 mármol, c. 328 x 560 cm.

En toda forma, la Cantoría de Luca, que lamentablemente fue desmantelada en el siglo XVII y nunca se pudo reconstruir,.es digna de mención pues en ella el escultor desarrolla un estilo clásico completamente desprovisto de austeridad; por el contrario, este está más bien marcado por una moderna y cálida naturalidad. 

Encuadrados por una estructura arquitectónica, probablemente diseñada con la ayuda de Brunelleschi, el artista nos ofrece diez paneles tallados con relieve de diferente profundidad; diez grupos de putti bailando, tocando instrumentos musicales y cantando, todoscon características en actidudes diferentes. 

Della Robbia logra expresar cada escena con remarcable espontaneidad y sencillez: tenemos la idea de movimiento circular a través de la configuración de los pliegues;


Idem, detalle, niños bailando.

las figuras de algunos cantantes que denotan el esfuerzo requerido para llegar a las notas más altas al cantar;


Idem, detalle, niños cantando.

las figuras que bailando al compás de la trompeta y el tambor describen una danza adecuada al sonido de sus instrumentos y expresiones inherentes al esfuerzo:



Idem, detalle, niños bailando a son de la trompeta.


Idem, detalle, niños tocando la trompeta
Idem, detalle, niños bailando al son del tambor.

Donatello recibirá la comisión y realizará otra Cantoría destinada a las puertas sur de la sacristía, en las que el artista demuestra su carácter vanguardista y competirá abiertamente con della Robbia.  Esta resulta tan bella y brillante como la de Luca.  Los invito a verla en el siguiente enlace: https://www.wga.hu/frames-e.html?/html/d/donatell/2_mature/cantoria/index.html

Entre los seguidores del Donatello, tenemos al trío que domina la escena escultórica en Florencia después de la partida del maestro a Padua en 1943. Me refiero a los hermanos Rossellino (Bernardo [1409 – 1464] y Antonio [1427 – 1479]) y a Desiderio da Settignano (c.1430 – 1464). 

Entre ellos, Desiderio da Settignano será el representante máximo del estilo dulce, quizás por su facilidad para representar niños.

Entre sus esculturas más remarcables encontramos el tondo del Cristo con San Juan Bautista

Desiderio da Setignano, Crristo con San Juan Bautista (c. 1461) mármol, 50 cm de diámetro, hoy en el Louvre.


En este bajo relieve es notable por su ilustración de la relación entre estos dos niños. Ambos parecen tener siete u ocho años. Juan habla poniendo su mano sobre el brazo de Cristo quien lo escucha con una sonrisa, colocando, a su vez, suavemente la mano sobre la piel que viste su acompañante. Las delicadas gradaciones sobre el mármol junto al tratamiento del fondo dan la sensación de un sutil movimiento y contribuyen al estado de ánimo que refleja la imagen. Este es el perfecto retrato de una amigable complicidad y camaradería entre dos niños.


En otro, tenemos a la Virgen y Niño

Desiderio da Setignano, Virgen y el Niño
(1450) mármol 61 x 36 cm, en la Galería Sabauda, Turín. 


Este dulce relieve, trae a mente la Madonna Pazzi, tanto por el abrazo mutuo como por las cabezas que tocan. En este relieve, Donatello nos presenta un niño que sonríe amplia y abiertamente. La risa como característica inherente al ser humano se atribuye a Cristo con el objeto de hacerlo más accesible y humanizarlo frente a los ojos del espectador.


Finalmente, el Niño sonriente representa la individualización y secularización del arte., en la época. Estos conceptos se acentúan y proliferan entre los años 1440 y 1460 y surgen como consecuencia de la situación más tranquila prevalente en Florencia, y, por supuesto, la capacidad económica de sus habitantes. En estos momentos la economía prospera, hay estabilidad política, un avance notable en el Humanismo y un sentimiento general de bienestar. Florencia es, en efecto, una potencia en Europa.

Desiderio da Setignano, Niño sonriente (1460 – 1464), mármol, 33 cm de alto,
Museo de Historia del Arte, Viena,

En lo que se refiere al Niño sonriente, decididamente, Desiderio sabe explotar las cualidades y posibilidades del mármol. El Niño sonriente, muestra la habilidad y sensibilidad con la que el autor es capaz de representar niños como seres únicos con personalidad y carácter propio, incluso si el retrato es, evidentemente, marcado por una cierta idealización.

A pesar de su belleza y encanto estas obras de arte no son sino reflejo de la realidad. Nada nos recuerda nuestra calidad humana, nos llena el corazón y nos enseña  tanto como la convivencia con niños. No olvidemos que debemos velar por su integridad física y emocional.


Bibliografía

Avery, Charles (1970) Florentine Renaissance Sculpture, London: John Murray, Ltd. 

Hartt, F. (1989) Art: a History of Painting - Sculpture - Architecture (Vol. II). New York: Harry N. Abrams, Inc. (Trad. del texto MCC)

Hauser, Arnold (1994)  Historia social del arte y la literatura. Barcelona: Labor. 

Olson, Roberta J.M. (1992) Italian Rennaissance Sculpture. LondonThames and Hudson. 

Fuente de todas las imágenes: https://www.wga.hu (recuperadas 4 de febrero de 2018).





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