viernes, 24 de agosto de 2018

Atmósfera


Atmósfera, un tema fascinante y amplio que nos permite dar rienda suelta a la imaginación. Pero ¿cómo definir atmósfera en relación a la arquitectura? De hecho, la experiencia estética es un elemento inherente a la atmósfer, y ¿qué más? Porque no todo lo que consideramos bello tiene ese je ne sais quoi que llamamos atmósfera. ¡A buscar se ha dicho! 

La verdad, no es tan difícil porque, aunque este es un concepto relativamente nuevo en la disciplina, ya hay bastante escrito sobre el tema. 

Entre todo lo revisado, lo que encontré más preciso, como análisis y definición, y afín a mi idea sobre la cuestión, es la tesis de grado de una estudiante de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Patricia Arizmendi García. (Arizmendi García, 2017). Arizmendi analiza el pensamiento de tres arquitectos quienes tratan específicamente el concepto de atmósfera en la arquitectura: Steven Holl, Juhani Pallasmaa y Peter Zumthor. En síntesis, Arizmendi García explica componentes clave de lo que es y como se percibe la atmósfera en arquitectura de acuerdo a sus fuentes: ‘… todos ellos parten de la percepción del espacio a través de cuerpo por medio de los sentidos.” Los tres también coinciden en que el experimentar la atmósfera en un espacio arquitectónico no es una experiencia únicamente física sino que involucra también el intelecto. Es decir, los tres consideran que el conocimiento físico a través del cuerpo es inseparable del ‘proceso intelectual’. Así, la autora hábilmente concluye:

Es  por tanto la experiencia del espacio un acto dirigido tanto al cuerpo como a la mente, que satisface por una parte los placeres de los sentidos y que enriquece, por otra, al espíritu.  Cumpliendo así la demanda dual de la experiencia humana, física y espiritual. (Arizmendi García, 2017, pp. 55-56)
Personalmente, el tema me invita a recordar mis tiempos de estudiante y el curso sobre arquitectura estadounidense que llevé mucho tiempo atrás. Asimismo, me invita a revisitar, aunque sea brevemente, una edificación espectacular, de esas que ejemplifican la idea de atmósfera en la arquitectura: Fallingwater.[1]

 Frank Lloyd Wright, Fallingwater (Edgar J. Kaufmann House), 1935-38, Bear Run, Pennsylvania (photo: Carol M. Highsmith Archive, Library of Congress #LC-DIG-highsm-04261)  (En Wiebe, 2015, https://smarthistory.org/frank-lloyd-wright-fallingwater/ [Recuperado 23/09/2018])



Fallingwater es la residencia campestre diseñada por Frank Lloyd Wright (1867-1959) en Bear Run - o Mill Run - por encargo de Edgar J. Kaufmann, un exitoso hombre de negocios de Pennsylvania. El Sr. Kaufman había adquirido previamente esta propiedad que  usaba como lugar de recreo para él, su familia y, también, sus empleados.

Valga un paréntesis para mencionar que, en esta época, a los 67 años, Wright era un arquitecto venido a menos. La crítica de renombrados arquitectos modernos, como Philip Johnson (1906-2005) y Henry-Russell Hitchcock (1903-1997), lo categorizaba como un arquitecto sin continuidad y estancando en el siglo XIX (PBS-WTTW, 2016) (Wiebe, 2015). A eso podemos agregarle el desprestigio a consecuencia de los amoríos y divorcios del arquitecto que, en una sociedad puritana como la estadounidense, eran difíciles de pasar por alto, y el declive económico en EE. UU. Simplemente dicho, la comisión de Kaufmann llegó en un momento ideal para Wright, y sin lugar a dudas él supo aprovechar la oportunidad sobrepasando todas las expectativas.

Entonces, previa propuesta del mecenas, Wright visita la propiedad en 1934. Durante esta primera visita Edgar Kaufmann deja claro cuál es el lugar preferido de la familia para levantar edificación: el pie del riachuelo, frente a la caída de agua, de tal forma que esta se pueda contemplar desde la casa (PBS-WTTW, 2016). Sin embargo, es durante esta misma visita que Lloyd Wright observa y decide: ‘Una gran roca se levanta al lado de la cascada, y parecía completamente natural suspender la casa de esa roca, sobre la cascada.” (FLW en Baborsky, 2003, s/p) [2]&[3] Como astutamente percibe el aprendiz Donald Hoppen, presente durante la visita, Lloyd Wright tiene un ‘asombroso sentido de genius loci’, (espiritu del lugar) (en Wiebe, 2015). Nunca mejor demostrado que en la casa Kaufmann..

Wright no solo tiene la habilidad para capturar el ambiente distintivo del lugar sino también para integrar la obra, completa y absolutamente, a su entorno; los dos elementos son de vital importancia para crear atmósfera. 

La importancia del contexto físico en la arquitectura de Wright es evidente desde el inicio de su carrera y a lo largo de su desarrollo como arquitecto. En efecto, Wright rechaza el estilo International, su ambigüedad y afán por levantar estructuras que encajan en cualquier lugar. Por el contrario, él desarrolla una portentosa originalidad realizando una arquitectura de avanzada. Sus diseños genuinamente locales se acoplan perfectamente al contexto físico/geográfico, apuntando a conceptos contemporáneos como límites difusos, arquitectura orgánica – como el mismo la llama –, ‘complejidad’[4] y espacios arquitectónicos que promueven el desarrollo completo del ocupante/usuario, en paz y con libertad.[5]  Todo esto es evidente en el desarrollo de las casas de la pradera, cuyo epítome se concreta, irónicamente, en una vivienda citadina, la Casa Robie. En suma, los diseños de Lloyd Wright, que no encajan propiamente en la Modernidad, se hubiesen ubicado bien en la Posmodernidad.

Edgar Kaufmann Jr. expresa hábilmente la esencia de la obra del arquitecto:

Para Wright, dice Kaufmann, la arquitectura es un gran agente inclusor a través del cual, la humanidad adapta el medio ambiente a sus necesidades y, recíprocamente, ocurre una sensibilización del hombre frente a su cosmos; a lo largo de continuos cambios, la arquitectura puede hacer la vida más natural y la naturaleza más humana. Estas ideas impregnan Fallingwater, de acuerdo con las aspiraciones de tanto el arquitecto como el cliente, y le da no solo su significado básico sino, también, un poderoso atractivo subliminal. (1993, p. 31)
Además de explicar la visión orgánica de Wright, la cita supra describe una ‘atmósfera’, es decir un espacio, o ambiente, especial, sublime, de esos en los que el usuario, o visitante, se siente bien física y espiritualmente. 

En Fallingwater se disfruta del interior y el exterior fácilmente y sin interrupciones debido a la relación simbiótica entre entorno y edificación – un entorno y arquitectura espectaculares, hay que decir – y a la proyección hacia el exterior, que se da en primer lugar a través de los ventanales y en segundo con las extensas plataformas más allá de las ventanas. Indudablemente los dos elementos contribuyen a la atmósfera del lugar. 

Para lograr las plataformas suspendidas, que forman terrazas, Lloyd Wright utiliza la estructura del voladizo (cantiléver) que ya había utilizado antes en la casa Robie.
Frank Lloyd Wright, Frederick C. Robie House, Historic American Buildings Survey, Cervin Robinson, Photographer, 18 August 1963, exterior from southwest, 5757 Woodlawn Avenue, Chicago, Cook County, IL, 5 x 7″
(Library of Congress HABS ILL,16-CHIG,33–3) (En Wiebe, 2015, https://smarthistory.org/frank-lloyd-wright-fallingwater/ [Recuperado 22/09/2018])

En Fallingwater usa la misma estructura para rconstruir  una repetición descendiente de terrazas de diferentes dimensiones, haciendo eco a la caída de agua sobre la cual se construye la casa. Las terrazas se proyectan de la estructura principal en forma sorprendentemente atrevida desafiando las leyes de la física con un efecto imponente y sobrecogedor.  
 
Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37), Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ Recuperado 22/09/2018)

La casa Kaufmann tiene una relación simbiótica con su entorno no solamente en términos formales sino también en términos estructurales. Las terrazas escalonadas se estabilizan gracias al contrapeso de la estructura nuclear de la casa y el ancla incrustada en la roca misma.


Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37), Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, corte. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Los materiales de construcción enfatizan exquisitamente la relación entre estructura y locus: los detalles arquitectónicos forman parte de la estructura, de plano ocupan el espacio mismo, o evocan elementos locales.

Por ejemplo, Lynda Wacconner (directora de Fallingwater y vicepresidente de la Conservaduría de Pennsylvania del Oeste) explica que la piedra utilizada en la construcción de los muros y postas es extraída de canteras locales, cercanas a la propiedad. (PBS-WTTW, 2016)  

Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle del muro exterior. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle inteior. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Asimismo, uno de los elementos más llamativos en la casa Kaufmann, el hogar, punto central del área común familiar y punto focal de la casa, como es típico en la vivienda de Lloyd Wright (Roth, 1980), es acentuado por la presencia de una roca nativa, parte de la estructura natural del sitio (PBS-WTTW, 2016). Su presencia tiene un efecto simplemente espectacular.
 
Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle de piedra natural del sitio. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/
 [
Recuperado 22/09/2018])

El piso de piedra, con un acabado de cera líquida brillante, evoca  la cama pétrea y mojada del arroyo debajo (PBS-WTTW, 2016). ¡Poético! 


Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle del piso interior. y el arroyo bajo la casa. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Además, la casa esta directamente conectada al mismo arroyo a través de un acceso en el primer nivel; conexión que sirve para regular las altas temperaturas veraniegas. (PBS-WTTW, 2016)



Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle de la escalinata hacia el arroyo. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Frank Lloyd Wright, Fallingwater (1934-37),Bar Run, Fayette County, Pennsylvania, detalle de la escalinata hacia el arroyo. (En PBS-WTTW, 2016, https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/ [Recuperado 22/09/2018])

Fallingwater se levanta en perfecta armonía consigo misma y con su entorno; parafraseando al crítico de arquitectura Paul Coldberger, Fallingwater 'o podría estar en otro lugar que en el que se encuentra porque es específica a su sitio.

Frank Lloyd Wright, Fallingwater (Edgar J. Kaufmann House), Mill Run, Pennsylvania, 1935, Color pencil on tracing paper, 15-3/8 x 27-1/4″ © The Frank Lloyd Wright Foundation.
(En Wiebe, 2015, https://smarthistory.org/frank-lloyd-wright-fallingwater/ [Recuperado 23/09/2018])

La casa no solo representa un hito en la arquitectura de Frank Lloyd Wright y la estadounidense sino también un punto de referencia en lo que a la integración de arquitectura y naturaleza se refiere; es decir, arquitectura que representa un refugio sin barreras impenetrables que permite gozar del espacio por completo y con ‘mucha atmósfera’.  






[1] Evidentemente, estudio completo y rigoroso escapa el alcance de esta publicación, aquí la idea es despertar su curiosidad y entusiasmarlos con la idea de una visita en persona al lugar.
[2] “There was a big tall rock standing beside the waterfall, and it seemed only natural to suspend the house from that rock above the falls.” (FLW)

[3] Las traducciones en la presente publicación han sido realizadas por Marissa Consiglieri.

[4] Ver Venturi, ‘Complejidad y Contradicción’ (1967).

[5] Ver Heidegger, “Construir, Habitar, Pensar” (1971)

Referencias

Arizmendi García, P. (2017, Primavera). Atmósfera, La Cogiunta, Peter Markli. Tesis de
            Grado - PDF. Madrid, España. Retrieved 09 23, 2018. Retrieved 09 22, 2018, from                              http://oa.upm.es/46962/1/TFG_Arizmendi_Garcia_Patricia.pdf

Baborsky, M. S. (2003). XX Century Architecture. (J. Hyams, Trans.) West Sussex: Wiley - Academy.

Kaufmann Jr., E. (1993). Fallinwater: A Frnak Lloyd Wright Country House. New York: Abbevile Press.

PBS-WTTW. (2016, April 04). The 10 Homes that Changed America. Chicago, Illinois, USA. Retrieved 09 22, 2018, from https://www.pbs.org/video/10-changed-america-10-homes-changed-america/

Roth, L. M. (1980). A Concise History of American Architecture. New York: Icon Editors.

Wiebe, C. (2015, 09 09). Frank Lloyd Wright, Fallingwater. Retrieved 09 23, 2018, from Smarthistory: https://smarthistory.org/frank-lloyd-wright-fallingwater/






lunes, 13 de agosto de 2018

Atmósferas: el sonido de la pintura

Durante diversos momentos en la historia del arte, los pintores se han preguntado qué más puede ofrecer un lienzo, que supere el sujeto representado o la narrativa.

Luego de la invención de la fotografía, a inicios del siglo XIX, la pregunta se vuelve urgente. Los pintores sienten que la pintura puede y debe trascender la realidad, y que una manera de hacerlo es a través de mostrar más allá de lo literal. 

Los impresionistas nos enseñan lo que ellos perciben de la realidad, no la realidad en sí, y es esto lo que hace que, en un primer momento, su obra se considere difícil de comprender o, incluso, mal hecha. Imágenes como Paris: Rainy Day, de Gustave Caillebotte (ya mostrada por Lili), intentan conducir al espectador por la escena mostrada. Estamos bajo un paraguas, escuchando la lluvia, oliendo la humedad, sintiendo la atmósfera. 

Son muchos los ejemplos impresionistas que logran exitosamente esta sensación y cuesta mucho escoger. Uno de mis favoritos, de Èdouard Manet, Les Courses à Longchamp

Èdouard Manet, Les Courses à Longchamp (1867)
Art Institute, Chicago
Hay aquí tres elementos que colaboran en introducirnos en la atmósfera. En primer lugar, la ambientación: vemos nubes que parecen estarse moviendo: no es un día de sol, porque no es ese el objetivo. En la oscuridad del cielo podemos imaginar el movimiento del viento. Luego, la pincelada suelta nos habla de un movimiento aún mayor. No vemos los cascos de los caballos, sino el polvo que estos levantan. Del mismo modo, los espectadores son manchas borrosas, probablemente concentrados en la emoción de la carrera y en sus propios comentarios. Al ver a la mujer del tapasol, casi en primer plano, no es difícil imaginar el sonido de las voces.

Pero el elemento definitivo aquí es el ángulo imposible. Manet nos coloca donde nadie, en realidad, puede estar. Justo al frente de la carrera de caballos, escuchando los cascos contra el pavimento, oliendo la tierra levantada, a punto de ser embestido por la velocidad y el sonido. Es este ángulo imposible el que, finalmente, da a la pintura una trascendencia que la fotografía sólo puede envidiar.

Es, en esencia, un cuadro moderno, que nos introduce en esta nueva vida intensa y de velocidad. No somos espectadores de una carrera de caballos, sino parte ella.

El segundo ejemplo es casi de la misma época. En La Gare Saint-Lazare, Claude Monet reemplaza el sonido de la carrera por otros muy distintos. 

Claude Monet, La Gare Saint-Lazare (1877)
Musée d'Orsay, Paris
La intensidad es menor. La estación no está cargada de gente, y la velocidad es sólo una posibilidad. Un tren a vapor entra, llenando el espacio de humo. Hacia la derecha, viajeros o acompañantes esperan, deambulan. Podemos imaginar el chirrido del metal, el bufido del humo al salir de la chimenea, los gritos de los cargadores de maletas, las voces de los viajeros.

En este caso, es el mismo humo el que nos da no movimiento, sino calma. Y los viajeros, pinceladas separadas, nos hablan de un cierto silencio expectante. En un tercer plano, y a pesar del vapor azul que protagoniza la imagen, podemos imaginar que los edificios están bañados por el sol. 

El antropólogo francés Marc Augé hablaría, muchos años después, del no-lugar. Un espacio de transitoriedad al que las personas acuden porque están, en realidad, yendo a otra parte. La estación de tren es un no-lugar por excelencia, y quiero pensar que, anticipándose al concepto, Monet lo entendió así.

Estamos en la estación, pero estamos también en movimiento, hacia el tren, hacia quienes llegan, hacia la ciudad soleada que nos espera.
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