Como
cada vez, con el nuevo mes estrenamos un nuevo tema; este mes de noviembre
nuestro tema es mujeres que marcaron nuestras vidas; eso, ‘mujeres que dejaron
huella’. El tema no es casual; de hecho, siendo noviembre, quizás debiéramos
escribir sobre el movimiento Movember y enfocar en la salud mental y
física los hombres y el esfuerzo actual para prevenir muertes tempranas
en la población masculina. Sin embargo, como la mayoría de nuestros seguidores
saben, Lila Yábar de Szyszlo, madre de nuestra querida Lili, falleció hace tres
semanas y nosotras, Cristina, Liz y yo, pensamos que Bocadillos de arte podía
ser la vena para que Lili escriba sobre su mamá. Lo consultamos con ella y le
pareció una linda idea. Así es que, aquí estamos, listas para contarles sobre
las mujeres que marcaron nuestras vidas.
A mi
historia, entonces.
Los
que me conocen saben que soy un firme creyente en la hermandad femenina, saben,
también, que soy una acérrima e irrestricta feminista, me imagino que esto se debe
a que las personas que más me han marcado, en forma positiva, son mujeres. He
vivido rodeada de ellas: en mi familia hay más mujeres que hombres, tengo
grandes amigas a quienes me unen profundos lazos emocionales y a quienes
considero mi familia escogida. Claro que hay hombres en mi vida y los amo
profundamente pero ya saben: “los hombres son de Marte y las mujeres somos de
Venus”. Sí, somos diferentes y vive la différence!
En mi
caso, entre todas las admirables mujeres con las que tengo y tenido una relación
especial, la que tiene el sitial más importante es mi abuela materna, Uvelina
Galindo de Nieri (Palpa,1898 – Lima, 1978). Uvelina fue la columna vertebral de
mi niñez y mi norte hasta hoy.
Una
mujer fuerte e independiente que parecía haber nacido antes de su tiempo. No
era particularmente cariñosa pero era admirablemente generosa y dedicada a su
familia. Hablaba claro y sin “dorar la píldora” a nadie, era recia Uvelina y no
tenía paciencia para tontos o tonterías. Mujer de soluciones, no de problemas.
Vivió y sufrió lo suyo y, a lo largo de su vida, se mantuvo segura de sí misma,
calmada, digna, ponderada y muy sabia.
Por
alguna razón, la pintura Édouard Vuillard con frecuencia me hace pensar en mi
abuela.
Vuillard
fue parte del grupo de la nueva hermandad
de simbolistas compuesta por pintores franceses, activos a fines del siglo
XIX. Ellos adoptaron el nombre Nabis, que
significa profeta en hebreo. Los nabis buscaron
de ceñirse a las ideas Paul Gauguin, que conocerían a través de Sérusier, de
rechazar la representación naturalista, de aplicar el color puro en áreas planas, es decir sin modelación alguna.
Vuillard, junto a Pierre Bonnard, es uno de los más
destacados representantes de la pintura nabis.
También con Bonnard, Vuillard revierte rápidamente a un estilo modificado que
se conoce con el nombre de Intimisme.
Esta pintura intimista de Vuillard es la que me recuerda a mi abuela. La comunicación
de espacios familiares, íntimos, ocupados por personajes femeninos que revelan estados
de ánimo y lazos emocionales me llevan a las tardes pasadas con mi Uvelina, ya
se conversando, leyéndole, escribiendo sus cartas o realizando labores domésticas,
para las que yo nací negada, y, en ocasiones, hasta enojadas por algún desacuerdo.
Por ahi les
dejé un par de muestras:
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