Este mes, Diciembre, nuestro tema es la Navidad
pero vista desde varios ángulos, incluso desde el rito pagano de la celebración
en sí de algo. Para todas ha sido un mes complicado, dos mudanzas, temas familiares,
pero no quisiera que el año terminara sin al menos una entrega. Vengo
trabajando en esta desde hace algunos días, pero recién aquí, lejos de Lima, en
Vail, Colorado, he logrado darle forma y aquí va antes de que empiece el 2018.
Para nosotros, en el mundo occidental, Diciembre,
es un mes que nos lleva a una fecha que todos queremos pasar en familia, pero
también es un mes de sentimientos encontrados. Vemos pobreza, vemos gente que
se hace el tiempo para tratar de ayudar a los más necesitados a que pasen un
momento de alegría y olviden temporalmente sus vidas. Para mí es un mes que
siempre estará asociado a mi familia, aquella en la que nací y la que yo y mi
marido formamos: esas tres hijas maravillosas que tenemos el privilegio de
tener, que adoramos y que solo nos han dado satisfacciones en la vida. Y por
eso esta Navidad será una en que la ausencia de mi mamá se sentirá mucho. Hace
muchos años que decía que esa sería su última Navidad, pero uno nunca está
preparado para lo que tarde o temprano tiene que pasar, aprender a lidiar con
la ausencia a pretender que todo sigue igual, cuando no es así.
Y por eso mismo me vienen dos cuadros radicalmente
distintos a la mente. Conocí al pintor flamenco Pieter Brueghel the Elder,
(1525-1569) de quien ya he hablado antes, con mis padres. Siempre me gustaron
sus cuadros sobrepoblados de personajes que recrean la vida de una aldea campesina
flamenca en el siglo XVI. El artista nace en Holanda pero muere en Flandes
donde sigue desarrollando su vida artística
Concretamente, en
Censo en Belén (1566) es un cuadro pintado por padre e hijo. Los Brueghel
representan no una Natividad, sino los días previos al nacimiento de Jesús en
Belén, precisamente porque ahí debían acudir al censo María y José. Siempre me
intrigó lo que yo no conocí de niña: un White Christmas, y seguramente por eso
tengo grabado en la mente este cuadro. Si bien Brueghel vive en un mundo donde
ya el Renacimiento está cambiando la concepción del mundo y éste está dejando
de ser teocéntrico para volverse antropocéntrico, su aldea no deja de ser
medieval y vemos el quehacer cotidiano de aquella época. Desde luego no es
Belén, sino su propio pueblo. Brueghel no es uno de esos pocos artistas que
tenían el privilegio de viajar porque su talento era requerido en todas partes,
como es el caso de Miguel Angel, Leonardo, Rafael o Bramante durante parte del
siglo XV y el XVI. Se dice que un hombre de la Edad Media veía en toda su vida
menos imágenes de las que ve un niño del siglo XXI en su primer año de
nacido. Esto queda manifiesto en este cuadro.
El tema religioso
es una excusa para hablar de algo más, para dejarnos una imagen imperecedera del mundo
flamenco que está dejando atrás la Edad Media para mostrar en cuadros como
éste, la maestría técnica del artista. La cantidad de personajes que pueblan el
cuadro y desarrollan cada uno un oficio diferente no deja de ser asombrosa. A
pesar de este hecho las escalas están muy bien logradas, el manejo de la
perspectiva que tanto había preocupado a los artistas de la península italiana,
también, los rasgos de los personajes no son otra cosa que facciones de gente
humilde que no sabe leer ni escribir y para la que los grandes descubrimientos
del Renacimiento todavía no afectan sus vidas. Lo que pone en evidencia que el
mundo no ha cambiado tanto desde los tiempos de Brueghel hasta hoy. La cultura
es un privilegio, como lo es la felicidad. Y la Navidad nos enseña que no hay
que tenerlo todo sino dar gracias a Dios por lo que tenemos, por lo que la vida
nos ha dado y lo que nos seguirá dando y saber sacarle provecho. Y también que
siempre seremos mucho más felices, dando, que recibiendo.
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Census_at_Bethlehem#/media/File:Pieter_Bruegel_the_Elder_-_The_Census_at_Bethlehem_-_WGA03379.jpg |
La otra imagen que
para mí siempre estará asociada a la Navidad es un fresco, La Procesión de los Reyes Magos
(1459-61) de Benozzo Gozzoli
(1420-1497).
Es uno de mis espacios favoritos en Florencia, el fresco
se encuentra en la capilla privada de los Medici en el Palazzo Medici Riccardi,
diseñado por Michelozzo (1396-1472), un discípulo de Bruneleschi (1377-1446)
para Cosme de Medici (1389-1434), a quien Florencia a su muerte llamaría Pater Patriae.
https://en.wikipedia.org/wiki/Magi_Chapel |
El tema del fresco
es, en realidad, una excusa para que los que tenían acceso a la capilla
pudieran ver reflejado el poder de los Medici. Es un encargo de Piero de Medici (1416-1469) al pintor florentino Benozzo
Gozzoli. Desde niña se quedó grabada en mi mente la opinión de mi papá sobre los que él llamaba los cuatro grandes del Quattrocento. Para él eran: Masaccio, un genio de la perspectiva que según
Giorgio Vasari (1511-1574), pintor, escultor, arquitecto y biógrafo, murió a
los veintisiete años, envenenado y lleno de deudas, después de haber
reinventado el punto de fuga en su Trinità (1424) en Santa Maria Novella y
haber decorado la Capilla Brancacci en la Iglesia de Santa Maria del Carmine,
con un ciclo de frescos sobre la vida de San Pedro, que no llegó a terminar y
que, siglos más tarde seguirían deslumbrando a quien los veía. Los otros
elegidos de mi papá, eran Uccello
(1397-1475), Benozzo Gozzoli y Piero della Francesca (1416-1492). Todos ellos obsesionados
con la perspectiva que había comenzado a enseñarse científicamente en los
talleres solo a partir de 1435 en que el humanista y, posteriormente arquitecto, Leon Battista
Alberti (1404-1472), publica su libro Della
Pittura y lo dedica a los que él
consideraba los genios de la perspectiva: Brunelleschi , Ghiberti (1378-1455),
Donatello (1386-1466), Luca della Robbia (1400-1482) y al ya muerto pintor Masaccio (1401-1428).
La procesión de Benozzo Gozzoli que llega a adorar a la
Virgen de Filipo Lippi (1406-1469) que, por circunstancias de la vida, está
ahora en Berlín y lo que vemos en la capilla es una réplica, está inspirada en La Adoración de los Magos de Gentile da
Fabriano de 1423.
El que encarga el fresco es Piero de Medici hacia 1459.
Cosme viviría todavía hasta 1464. Si bien los tres reyes Magos, Melchor, Gaspar
y Baltazar se encaminan hacia donde se encuentran la Virgen y el niño, en
realidad el tema es la excusa para conmemorar un acontecimiento que había
permitido consolidar el poder de los Medici. En 1439, aprovechando la presencia
del papa Pio II en Florencia, Cosme de Medici decide organizar el Concilio de
las dos iglesias, la Católica y la Ortodoxa. Al evento asiste el emperador del
Imperio Romano de Oriente, Juan VIII Paleologus,
y aparece representado el recientemente muerto, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,
Segismundo de Luxemburgo. Está también el
patriarca de Constantinopla, que muere durante el concilio, entre otros genios
venidos de Constantinopla temiendo ya la invasión turca que acabaría con el
imperio de Oriente en 1453. Lorenzo de Medici tenía diez años cuando se
comienza a pintar el fresco, pero ya su padre lo había enviado en muchas
misiones diplomáticas, hablaba griego y latín
y había sido educado como un humanista. Se piensa que el mago más joven, Gaspar es una
imagen idealizada de Lorenzo de Medici, estratégicamente ubicado entre el
Emperador de Oriente y el de Occdiente. El mago Baltazar, tiene los rasgos del
Emperador Juan VIII Paleologus (1392-1448) y el Mago Melchor los del Emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico, Segismundo de Luxemburgo.
Estos hechos,
convierten al fresco y a la capilla en un lugar donde se reúnen la historia y
el arte. Para mí seguirá siendo de los espacios más mágicos de Florencia que
despiertan en mí una nostalgia enorme por mis padres.
Lo que buscaba Cosme, era enseñar, orgulloso, la Cupula
de Brunelleschi, recién terminada en 1436. Desde luego, los reyes magos no
llegan a Belén, sino a Florencia y el fresco permite apreciar desde las colinas
toscanas hasta la vestimenta y moda de la época. Si es una Natividad, a la
manera de los Medici y probablemente, para mí, la mejor de todas las que puedan
existir, porque es un lugar donde se vive la historia y el pasado que hizo que
los Medici convirtieran a Florencia en la cuna del Renacimiento.
Y así, a punto de cerrar el 2017 los dejo con mis amigos
Medici en mi ciudad favorita, Florencia, deseando que para todos el 2018 sea un
año lleno de éxitos y bendiciones.
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