miércoles, 27 de septiembre de 2017

La Enseñanza y el Dolor también existen.


Edouard Manet
Berthe Morisot with a Bouquet of Violets. (1872) Musée d’Orsay. Paris
Source: Wikipedia  2617 x 3552
Google Art Project.

El tema de este mes es maestros y, siendo yo una, es sin duda sensible hablar de lo que uno trata de lograr y de lo que aprende en ese proceso que es intentar contagiar nuestra pasión por lo que nos apasiona.  Y, precisamente por eso he elegido hablar de una historia de amor clandestina, y, por lo mismo,  poco conocida que  también es una historia de maestro y discípula.


Edouard Manet (1832-1883) es probablemente el más grande precursor de aquel movimiento que, a partir de un cuadro pintado por Claude Monet  (1840-1926), expuesto en el estudio del fotógrafo Nadar (1820-1910) en Abril de 1874,  daría nombre a uno de los movimientos más formidables de todos los tiempos: El Impresionismo.

Impression Soleil Levant (1872) Musée Marmottan, Paris

El único espacio para exhibir en el París de aquel entonces era el Salón Oficial que rechazaba constantemente los cuadros de este círculo de pintores que estaba tratando de marcar un nuevo camino en el arte.

Manet y Berthe Morisot (1841-1895), cuyo retrato abre esta entrada,  provenían de entornos similares y las familias frecuentaban el mismo círculo. Se conocieron en 1867 en el Louvre mientras ambos seguían aprendiendo a pintar copiando a los grandes maestros. Manet llevaba ya algunos años casado con Suzanne Leenhof (1829-1906) una pianista holandesa a quien su padre, Auguste, había contratado para que les diera clases a él y a sus hermanos. Nuevamente hablamos del tema de enseñar. Se sospecha que, además de haber sido amante de Manet, lo habría sido también de su padre,  quien se piensa pudo ser el padre del hijo que Suzanne tuvo fuera del matrimonio. Manet solo se casa con ella en 1863, un año después de muerto su padre y se piensa que fue más bien por un instinto de protección a la mujer  con la que vivía desde  hace algún tiempo

Berthe y sus hermanas tomaban clases de pintura en un taller para señoritas de la alta burguesía parisina. Jeffrey Meyers  relata que al descubrir el talento de Berthe, el profesor se acercó a su madre a decirle que si su hija persistía en considerar a la pintura como un oficio, sufriría mucho, y, precisamente  eso fue lo que ocurrió.

Cuando Berthe y Manet se conocen, surge un amor apasionado y secreto que se mantuvo a lo largo de muchos años. Berthe fue la alumna secreta de Manet y aprendió de él muchas lecciones que puso en práctica en su pintura pero nunca logró convencerlo que exhibiera en alguna de las ocho exposiciones impresionistas que se dieron entre 1874 y 1886. Manet sentía que al hacerlo se cerraba una oportunidad en el Salón Oficial donde sí logró que algunos de sus cuadros fueran aceptados.
Manet tuvo otra alumna en su taller, Eva Gonzalès (1849-1883) a la que Berthe parece haberle tenido muchos celos.

Sin embargo, la persona a la que más pintó Manet, fue a Berthe, hizo doce  cuadros en los que aparece  ella, incluso cuando ya se había casado con su hermano. Cuando Manet se da cuenta que ya Berthe tiene más de treinta años, le pide que se case con su hermano Eugène, en 1874, para no perderla para siempre.  La huella que dejó Manet en Berthe fue muy profunda y las heridas quedaron abiertas. A la  temprana muerte de Edouard, a los cincuenta y un años,  fue Berthe la que dedicó todas sus energías a consagrar con una exposición póstuma la fama de su maestro, Manet, como el gran precursor del Impresionismo y uno de los artistas más sólidos y formidables  del siglo XIX.

La enseñanza no tiene por qué ser dolorosa, ser maestro es más bien gratificante y profundamente enriquecedor y es por eso que la historia de Berthe Morisot y su maestro Edouard Manet es tan triste como la del escultor Auguste Rodin (1840-1917) y su alumna y discípula Camille Claudel (1864-1943) que termina su vida en un asilo enloquecida por la ausencia de Rodin en su vida. Una historia que se da en todos los ámbitos, persistir y perseverar en lo que a uno le apasiona, en nuestro caso  la enseñanza, sin duda es un camino en el que uno siempre seguirá aprendiendo y en el que el dolor también puede ser un componente. 

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