domingo, 4 de febrero de 2018

Niños

Lucca della Robbia, Cantoría (1431 – 1438) Cantoría, detalle.

Comenzamos un nuevo mes, febrero. Este mes, en aras de ofrecerles un bocadillo dulce, hemos elegido como tema: niños. El sólo mencionarlo me provoca una sonrisa, ¿a ustedes no?

Al tema, entonces. 

Entre las representaciones más exitosas y encantadoras de niños, en la Historia del arte, tenemos las ejecutadas en el estilo dulce. 

Se conoce como el estilo dulce al tipo de representación que surge en el Renacimiento (italiano) temprano en la década de los 20s y 30s del siglo XV y dura más o menos 25 años. En sus comienzos, las representaciones en dicho estilo se limitan a las imágenes de la Virgen y el Niño con un objetivo determinado, el de enfatizar la humanidad de Cristo. 

Acá me permito un paréntesis para explayarme sobre un fenómeno cultural, el Humanismo, del cual ya Liliana Checa nos contó un poco en su última publicación, “Infierno” (24/01/2018), y que es importante para apreciar las motivaciones y características del estilo dulce.

El Humanismo es un fenómeno cultural importantísimo en el Renacimiento italiano. En sus inicios, el movimiento se caracteriza por una renovación objetiva y comprehensiva de las culturas griega y romana. El desarrollo del Humanismo está, indudablemente, ligado a un vivo interés en el sistema legal romano y a la traducción de textos antiguos hecha por intelectuales italianos. Florencia se considera el líder del movimiento humanista y los florentinos creen fehacientemente que su ciudad republicana, originalmente fundada como una colonia romana, es la nueva Roma republicana.

Frederick Hartt, nos ayuda bien a comprender la esencia del movimiento dentro del contexto del Renacimiento en sus análisis del pensamiento de Giannozzo Manetti:

En la epítome del movimiento, entre 1451 y 52, el humanista florentino Giannozzo Manetti escribe su libro Acerca de la dignidad y excelencia del hombre. En éste, Manetti refuta la creencia de la desvalorización del hombre a los ojos de Dios que los teólogos medievales proponen. El escritor proclama al hombre como el “señor, rey y emperador en toda la órbita del mundo, y no indigno de dominar, reinar y gobernar.” Así, no sólo el alma del hombre es hermosa sino también su cuerpo, en su totalidad y también en cada parte que está perfectamente adecuada para su función. Tan perfecto es el hombre que tanto paganos como cristianos se consideran la representación de sus dioses en forma una empresa válida. Esto es comparable a la idea de los griegos de llamar el cuerpo humano un microcosmo porque ello refleja, en sí mismo, la armonía del universo. Desde el mismo punto de vista, no hay milagro que la inteligencia humana no sea capaz de comprender, así como no hay misterio del cosmos que ella no pueda penetrar. En suma, el epítome del genio humano radica en su especulación de lo divino. El mundo no fue creado para Dios, quien en realidad no tiene necesidad de él, sino para el hombre. Como muchos creen hasta hoy, el hombre es la creación más perfecta de Dios porque encierra en sí mismo toda la belleza repartida en los diferentes órdenes universales, y los revela en su poder creativo el cual es el portento real de su poder. “Nuestro es, dice Manetti, todo aquello que ven, todos los hogares, fortalezas, ciudades, edificios en el mundo entero que son tantos y hechos de tal manera que parecen ser el trabajo de ángeles y no de hombres … Nuestras son las pinturas, nuestras las esculturas, nuestro es el arte, nuestra la ciencia, nuestra la sabiduría. Nuestras son todas las regiones de la tierra, montañas, valles, plantas, animales, fuentes, ríos, lagos y mares, y todas las innumerables criaturas.” Entonces, para Manetti, el fin del hombre no está en Dios, sino en el conocimiento de sí mismo y de su propia creatividad. (Hartt, 1989, pp. 514-515)

Como ya se ha dicho, la actitud humanista vis-à-vis el dios de los cristianos no solamente radica en darle una forma humana sino también en humanizarlo. Hasta un cierto momento, la imagen de Cristo es presentada como juez y ejecutor de castigo pero esta imagen se contradice la idea cristiana del perdón y esto, entre otras cosas, provoca el cambio. 

Los gestos, las expresiones faciales, el lenguaje corporal, todos se transforman. Giotto (c.1270 – 1337), acreditado por Vasari como el precursor de grandes cambios, efectivamente, apunta hacia lo que vendrá. Algunas de las imágenes en su serie de frescos en la Capilla Scrovegni, también conocida como la Capilla de la arena (c.1305) dan fe de ello.
Giotto, Natividad (1305 – 1306), fresco, 200 x 185 cm, en la Capilla de la arena, Padua.


Como podemos apreciar en la Natividad de Giotto, la Madonna refleja una actitud maternal en la forma como se reclina hacia el Niño; a su vez, el Niño es representado como un infante y no un adulto en miniatura, como era habitual en la Edad Media. Tenemos un ejemplo de ello en la Madonna Santa Trinita de Cimabue (c. 1245 – 1302).


Cimabue, Madonna Santa Trinita (c.1286) témpera sobre panel,
384 x 223 cm, Galeria degli Uffizi, Florencia.

Regresando al fresco en Padua, este refleja abiertamente el lazo de amor entre madre e hijo, no sólo a través de la actitud de María, sino también a través del contacto visual.

Siguiendo el ejemplo de Giotto di Bondone, algunos artistas innovadores explotan estas novedosas cualidades en la imagen sagrada transformando la imagen de Cristo y, hasta cierto punto, la de María.

Donatello (1386 – 1466) nos regala una preciosa plancha de piedra con la Madonna Pazzi.


Donatello, Madonna Pazzi (c. 1425), mármol,  74.5 x 69.5. Staatliche Museen, Berlin.

Este retrato a medio cuerpo, realizado a la manera de una stele griega evoca cierta tristeza en la intensa mirada de la madre quien anticipa el sacrificio y la muerte de su hijo. A su vez, manifiesta la íntima conexión de la madre con el niño en el abrazo y las miradas entrelazadas. La imagen despierta una gran ternura, quizás debido a la leve sonrisa que se dibuja en los labios del niño y quizás, también, al recuerdo que ella nos trae de una experiencia similar. ¿Quién no se enternece con el recuerdo de un niño en brazos sonriéndonos? A estos detalles podemos agregar las características físicas del infante y el escorzado del pie, ambos dan un aire moderno a la imagen.


El primer trabajo documentado de Luca della Robbia (1399/1400 – 1482), la Cantoría nos promete un escultor digno competidor de Donatello pero el artista tomará otro rumbo al dedicarse a la producción de trabajos en terracota.


Lucca della Robbia, Cantoría (1431 – 1438) Cantoría
– realizada para la puerta norte de la sacristía de la catedra de Florencia –,
 mármol, c. 328 x 560 cm.

En toda forma, la Cantoría de Luca, que lamentablemente fue desmantelada en el siglo XVII y nunca se pudo reconstruir,.es digna de mención pues en ella el escultor desarrolla un estilo clásico completamente desprovisto de austeridad; por el contrario, este está más bien marcado por una moderna y cálida naturalidad. 

Encuadrados por una estructura arquitectónica, probablemente diseñada con la ayuda de Brunelleschi, el artista nos ofrece diez paneles tallados con relieve de diferente profundidad; diez grupos de putti bailando, tocando instrumentos musicales y cantando, todoscon características en actidudes diferentes. 

Della Robbia logra expresar cada escena con remarcable espontaneidad y sencillez: tenemos la idea de movimiento circular a través de la configuración de los pliegues;


Idem, detalle, niños bailando.

las figuras de algunos cantantes que denotan el esfuerzo requerido para llegar a las notas más altas al cantar;


Idem, detalle, niños cantando.

las figuras que bailando al compás de la trompeta y el tambor describen una danza adecuada al sonido de sus instrumentos y expresiones inherentes al esfuerzo:



Idem, detalle, niños bailando a son de la trompeta.


Idem, detalle, niños tocando la trompeta
Idem, detalle, niños bailando al son del tambor.

Donatello recibirá la comisión y realizará otra Cantoría destinada a las puertas sur de la sacristía, en las que el artista demuestra su carácter vanguardista y competirá abiertamente con della Robbia.  Esta resulta tan bella y brillante como la de Luca.  Los invito a verla en el siguiente enlace: https://www.wga.hu/frames-e.html?/html/d/donatell/2_mature/cantoria/index.html

Entre los seguidores del Donatello, tenemos al trío que domina la escena escultórica en Florencia después de la partida del maestro a Padua en 1943. Me refiero a los hermanos Rossellino (Bernardo [1409 – 1464] y Antonio [1427 – 1479]) y a Desiderio da Settignano (c.1430 – 1464). 

Entre ellos, Desiderio da Settignano será el representante máximo del estilo dulce, quizás por su facilidad para representar niños.

Entre sus esculturas más remarcables encontramos el tondo del Cristo con San Juan Bautista

Desiderio da Setignano, Crristo con San Juan Bautista (c. 1461) mármol, 50 cm de diámetro, hoy en el Louvre.


En este bajo relieve es notable por su ilustración de la relación entre estos dos niños. Ambos parecen tener siete u ocho años. Juan habla poniendo su mano sobre el brazo de Cristo quien lo escucha con una sonrisa, colocando, a su vez, suavemente la mano sobre la piel que viste su acompañante. Las delicadas gradaciones sobre el mármol junto al tratamiento del fondo dan la sensación de un sutil movimiento y contribuyen al estado de ánimo que refleja la imagen. Este es el perfecto retrato de una amigable complicidad y camaradería entre dos niños.


En otro, tenemos a la Virgen y Niño

Desiderio da Setignano, Virgen y el Niño
(1450) mármol 61 x 36 cm, en la Galería Sabauda, Turín. 


Este dulce relieve, trae a mente la Madonna Pazzi, tanto por el abrazo mutuo como por las cabezas que tocan. En este relieve, Donatello nos presenta un niño que sonríe amplia y abiertamente. La risa como característica inherente al ser humano se atribuye a Cristo con el objeto de hacerlo más accesible y humanizarlo frente a los ojos del espectador.


Finalmente, el Niño sonriente representa la individualización y secularización del arte., en la época. Estos conceptos se acentúan y proliferan entre los años 1440 y 1460 y surgen como consecuencia de la situación más tranquila prevalente en Florencia, y, por supuesto, la capacidad económica de sus habitantes. En estos momentos la economía prospera, hay estabilidad política, un avance notable en el Humanismo y un sentimiento general de bienestar. Florencia es, en efecto, una potencia en Europa.

Desiderio da Setignano, Niño sonriente (1460 – 1464), mármol, 33 cm de alto,
Museo de Historia del Arte, Viena,

En lo que se refiere al Niño sonriente, decididamente, Desiderio sabe explotar las cualidades y posibilidades del mármol. El Niño sonriente, muestra la habilidad y sensibilidad con la que el autor es capaz de representar niños como seres únicos con personalidad y carácter propio, incluso si el retrato es, evidentemente, marcado por una cierta idealización.

A pesar de su belleza y encanto estas obras de arte no son sino reflejo de la realidad. Nada nos recuerda nuestra calidad humana, nos llena el corazón y nos enseña  tanto como la convivencia con niños. No olvidemos que debemos velar por su integridad física y emocional.


Bibliografía

Avery, Charles (1970) Florentine Renaissance Sculpture, London: John Murray, Ltd. 

Hartt, F. (1989) Art: a History of Painting - Sculpture - Architecture (Vol. II). New York: Harry N. Abrams, Inc. (Trad. del texto MCC)

Hauser, Arnold (1994)  Historia social del arte y la literatura. Barcelona: Labor. 

Olson, Roberta J.M. (1992) Italian Rennaissance Sculpture. LondonThames and Hudson. 

Fuente de todas las imágenes: https://www.wga.hu (recuperadas 4 de febrero de 2018).





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