lunes, 12 de febrero de 2018

Play and game: el espacio de los niños

Junto con Van Eyck, El Bosco y Rubens, Pieter Brueghel, el Viejo (1525-1569), es considerado uno de los grandes pintores del Renacimiento Flamenco. Cada uno tenía su propio estilo y temáticas, pero siempre una voluntad de establecer nexos con el mundo en el que vivían. En este sentido, es posible que Brueghel sea quien más lejos haya llegado, con cuadros que se sitúan siempre en los entornos cotidianos de Flandes en el siglo XVI.

En 1560 pinta Khinderspill, (Kinderspele o Juegos de niños), un gran óleo de 118 x 161 cm actualmente en el Kunsthistorisches Museum en Viena, en el que  detalla con gran minuciosidad un conjunto de escenas de juegos de niños. Algunos son muy pequeños, otros, casi adolescentes. No hay adultos a la vista.


La presencia de los niños en el arte no se da hasta alrededor del siglo XII (Aries, 1962, p. 33). Las representaciones que lo habían intentado, hasta el momento, colocaban adultos en escala menor, sin considerar las proporciones del cuerpo de un infante. Un ejemplo es el relieve Akhenatón y su familia (siglo XIV a.C.), en la que vemos al faraón y a su reina Nefertiti, en una extraña escena de juego con sus tres hijos. La diferencia entre adultos y niños es sólo en escala, y de no ser por los gestos cariñosos de los padres, uno podría confundirse con las distinciones de tamaño y jerarquía, comunes en el arte egipcio.

Akhenaten, Nefertiti and their children

Una escena muy posterior, en una pieza de marfil que data del imperio Otomano (968 d.C.), Cristo bendiciendo a los niños nos muestra a un personaje pequeño que ocupa el lugar privilegiado en la composición, pero cuyas proporciones aún se confunden con las de los adultos a su alrededor. Algunos años más adelante, la miniatura de Cristo bendiciendo a niños (Evangelios de Otto III, ca. 1000) nos muestra 7 figuras, con cuerpos de adultos, que representan a los niños a quienes la bendición va dirigida. El no incorporar al niño como ser distinto al adulto llegaba a extremos tales que "un pintor no dudaría en darle al cuerpo desnudo de un niño, en los poquísimos casos en los que éste estaba expuesto, la musculatura de un adulto" (Aries, 1962, p. 33).

Ottonian ivory, Christ Blessing Children German, 968. Paris, Musee du Louvre
Christ Blessing Children, from Gospels of Otto III German (Reichenau), c.1000.
Munich, Bayerisches Staatsbibliothek


En el Renacimiento, esta situación cambia por dos razones: por un lado, una mayor observación del cuerpo humano, que permite una mejor representación de las diferencias en edad y cuerpos; por otro, la incorporación de temas no religiosos, que llevan al arte escenas de vida cotidiana. En este contexto, el cuadro de Brueghel es pionero, no sólo por la representación fiel de la proporción de los niños, sino, por sobre todo, por haber captado las expresiones particulares y la esencia de lo que es, finalmente, el juego y el comportamiento infantil.

Google Art Project ha identificado al menos 40 diferentes juegos, aunque otros autores señalan que son más de 90 (Hindman, 1981), dibujados con gran minuciosidad, en toda la extensión de la composición. Como señala Gombrich, refiriéndose a Boda campesina, otro gran cuadro del pintor, "todos los detalles se vuelven mucho más pequeños, y tenemos, por lo tanto, que mirar con doble cuidado" (Gombrich, 2006 [1950], p. 288). El aparente caos es, en realidad, un equilibrio de todos estos pequeños grupos y sus actividades.

Sin embargo, la representación del juego tiene otra lectura. Durante la edad Media, y hasta el siglo XVII, se comparaba la infancia con un estado "vacío de pensamiento, carente de entendimiento, y sinónimo de locura" (Hindman, 1981, p. 449). Muchas veces, detrás de esta lectura había un trasfondo moralista: había que superar este estado de locura y llegar a la madurez, sinónimo de mesura y buen comportamiento. 

Sin embargo, otras lecturas del cuadro de Brueghel sugieren que se refiere a la representación de situaciones de aprendizaje, en un contexto humanista dentro del cual la ciudad de Antwerp, donde ocurre la escena, cobra importancia. Es aquí donde, durante el siglo XVI, se desarrollan teorías pedagógicas que dan origen a una serie de textos y escuelas libres (Orrock, 2010), y es con estas ideas que se empieza a dar al niño y a sus actividades un espacio en la sociedad.

En castellano usamos la misma palabra, juego, para describir dos tipos de actividades bastante diferentes. En inglés, play y game definen mejor los dos tipos de acciones que podemos ver.

Play se refiere al juego libre, sin reglas, es un "territorio abierto, en el que el hacer creer y el construir mundos son factores cruciales" (Walther, 2003). Según Winnicott, en el área de juego, "el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad externa y los coloca al servicio de alguna muestra derivada de la realidad interna o personal" (Winnicott, 1971 [2009], p. 69). Es un modo en el que el niño se relaciona con el exterior, lo intenta entender y, por lo tanto, asimilar a sus propias vivencias.

Game, por su parte, designa juegos parametrados, con un conjunto de reglas, y que ocupan una realidad alternativa. Son territorios confinados y estructurados.

En el cuadro de Brueghel, a pesar del título, vemos ambos. Algunos niños juegan en pequeños grupos (game) y podemos adivinar intenciones y objetivos. Otros están inmersos en actividades más espontáneas (play) y, en algunos casos, solitarias, como el pequeño que tira agua a un pajarito o la niña que grita dentro de un barril.



Desde ignorar su existencia, hasta su paulatina asimilación en el "mundo de los adultos", visible a través del arte, los niños han adquirido un lugar propio en nuestra sociedad. Con ellos, el juego se vuelve un acto importante, del que los adultos podemos aprender. Ambos, juego libre y juego estructurado, nos ayudan a comunicarnos, nos acercan y nos convierten en individuos y seres sociales. Nos llenan de humor y afectos y, por qué no, se vuelven un vehículo para la catarsis.


Referencias:

Aries, Philippe (1962) Centuries of Childhood. A Social History of Family Life. New York: Alfred A. Knopf.
Gombrich, E. H. (2006 [1950]) A Story of Art. London: Phaidon.
Hindman, Sandra (1981) Pieter Bruegel's Children's Games, Folly, and Chance. The Art Bulletin. September, Vol. LXIII, No 3. pp. 447-475.
Orrock, Amy (2010) Play and learning in Pieter Bruegel's Children's Games. PhD Thesis in History of Art, University of Edinburgh.
Walther, Bo Kampmann (2003) Playing and Gaming. Reflections and Classifications. Game Studies, Vol. 3, No. 1. En: http://www.gamestudies.org/0301/walther/
Winnicott, D. W. (1971 [2009]) Playing and Reality. London: Routledge.

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