lunes, 16 de julio de 2018

Michelangelo Buonarroti y la Obra Total


El tema de este mes es Gesamtkunstwerk. Como bien lo explica Marissa Consiglieri en su entrada anterior en el blog, el término alude a la obra de arte total, una que incluya arquitectura, pintura y escultura.



Desde que elegimos el tema, varias ideas han rondado mi mente  y siempre he vuelto a la misma. Así que será de ese tema del que hablaré: de Michelangelo Buonarroti (Caprese 1475-Roma 1574) y su obra en la Capilla Sixtina donde queda recreado el génesis en la bóveda y el Juicio Final en la pared detrás del altar, es decir la creación del hombre y también su extinción. 

Michelangelo es de esos talentos únicos, con la misma destreza para la escultura, la pintura, la arquitectura y la poesía. Nacido en una familia arraigada muchos años en Florencia, pero ya sin bienes ni dinero, el le relata a Giorgio Vasari (1511-1574) que probablemente si su vocación fue la escultura, es porque lactó la leche desde que nació al tener una nodriza de leche, hija, esposa y madre de picapedreros.

De la triada de genios del Cinquecento, Leonardo Da Vinci (1452-1519), Michelangelo Buonarroti y Raffaelo Sanzio (1483-1420) a la que podríamos agregar algunos más como Tiziano Vecellio (c.1488-1576) o Donato Bramante (1444-1511), desde mi perspectiva personal, Michelangelo  es el que yo llamaría el genio total. Si Leonardo es el inventor de una mente distraída por mil inquietudes y Raffaelo es bello con su perfección en el tratamiento de la pintura, Michelangelo es sublime. Todo aquel que ve la Capilla Sixtina no puede sentir más que estupor ante la posibilidad de ver su visión aterradora del mundo y al mismo tiempo su recreación del nacimiento de  la humanidad. Y pensar que un hombre solo, con un asistente para ayudarlo a pegar los cartones y realizar el fresco pudo hacer todo eso, es lo que deja sin aliento, lo que impacta al visitante, lo que nos hace trasladarnos en el tiempo y tratar de entender a Michelangelo y a su genialidad sin límites. 

Michelangelo nunca se sintió pintor. Su pasión por tallar el mármol lo llevó a obsesionarse con lo que para él hubiera sido el encargo más importante de su carrera: La Tumba de Julio II, el papa Giuliano della Rovere (1443-1513) que nunca llegó a concluir  y a la que según su biógrafo  y amigo, Ascanio Condivi (1525-1574) llamó La Tragedia del Sepulcro  y que le tomaría cuarenta años concluir, desde 1505 hasta 15045,  en que el Papa Pablo III (Alesssandro Farnese 1468-1549) llega a un acuerdo con la familia della Rovere.

¿Por qué la Capilla Sixtina es una obra total? Quizás la razón es que Michelangelo trabaja la pintura como si fuera una escultura e incluye en la bóveda una arquitectura fingida que anticipa los techos barrocos y da la sensación de ser verídica. Cuando comienza a trabajar en el techo de la Capilla Sixtina hacía casi veinte años que no pintaba al fresco. Después de su breve paso por el taller de Domenico Ghirlandaio (1449-1494), Michelangelo entra al Jardín de San Marco, dirigido por un  discípulo de Donatello (1386-1466) , Bertoldo da Giovanni (C.1420-1491). Ubicado en la Piazza San Marco, en la Via Larga, donde estaba el Palazzo Medici, el jardín era un espacio que había sido creado por Lorenzo de’Medici y que estaba lleno de esculturas de la Roma antigua, para que los estudiantes se inspiraran al momento de dibujar y esculpir. Es ahí donde lo descubre Lorenzo, apodado il Magnifico, por su mecenazgo y condiciones diplomáticas. 

Si bien había aprendido los secretos del fresco a los trece años en el taller de Ghirlandaio, tenía mucho tiempo sin ponerlos en práctica.

Michelangelo le dice a Condivi que siente que es Bramante, su archienemigo, el que ha convencido al Papa Julio II, apodado il papa terribile, por su terribilitàque también caracteriza a Michelangelo, que le dé el encargo, con la intención de que fracase, se olvide de la tumba y concentre sus energías en avanzar con el proyecto de la nueva Basilica de San Pedro que le había sido encomendada a Bramante. 

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Las nueve escenas centrales, tres dedicadas a Noe, tres a Adán y tres a la Creación y pintadas en ese orden están rodeadas por elementos arquitectónicos y dos jóvenes desnudos (los ignudi) en las posiciones más contorsionadas del cuerpo humano para otorgarle a Michelangelo la libertad de poner en práctica lo que había buscado en la escultura, también en la pintura. 

Michelangelo no pinta santos idealizados, pinta hombres corpulentos, en los que cada músculo de su anatomía ha sido estudiado durante el período en el que se dedicó a diseccionar cadáveres clandestinamente. 


Cada escena tiene a su lado columnas, marcos fingidos, para dar la impresión de ser un espacio arquitectónico verídico. Los lunetos y las pechinas representan a los antepasados de Cristo y son personajes aterradores, quizás porque esa es la concepción  que Miguel Angel tiene de la familia. Su relación con su padre fue siempre conflictiva  y desde que Miguel Angel comenzó a producir, el padre empezó a depender económicamente de él. 

La complejidad teológica de la Capilla Sixtina es de tal envergadura que aunque Michelangelo  lo niegue, la tesis común, muy bien argumentada por Ross King, sostiene que tiene que haber sido asesorado por un equipo de teológos, dirigidos por el fraile augustino Egidio da Viterbo (1472-1532) y su equipo de pensadores. 



La Capilla Sixtina le tomaría cuatro años, desde 1508 hasta 1512. El andamio, diseñado por el propio Michelangelo, sería trasladado al extremo opuesto en 1510. Cuando ve lo que ha realizado con sus propias manos y deja atónito a todo aquél al que el Papa le da acceso, se da cuenta que tiene que cambiar la escala. La escena más famosa, aquella del nacimiento de Adán será la primera en beneficiarse de este nuevo tratamiento que Michelangelo le dará a las escenas de la Creación. Dios es un hombre que le traslada toda su sabiduría a otro hombre a través de dos manos que no se tocan.




Mientras la Sibila Delfica es de los personajes más femeninos que Michelangelo pintará en la Capilla Sixtina, la Sibila Cumaea es masculina, corpulenta, formidable. La leyenda dice que Apolo le ofreció un don. Ella cogió un puñado de arena y pidió tantas vidas como granos de arena tenía en sus manos, pero no pidió juventud. Michelangelo la retrata inmensamente poderosa, fuerte, pero sostiene el libro donde lee sus escritos a la distancia porque carece  del poder  de la visión sin limitaciones


Michelangelo  lo ha logrado todo, pintura, escultura, arquitectura, en la bóveda de la Capilla Sixtina. Todavía no es oficialmente un arquitecto. No lo sería hasta que el Papa Pablo III lo nombrara arquitecto de San Pedro. Será este mismo papa el que le  pedirá  que pinte  El Juicio Final, muchos años más tarde,  entre 1536 y 1541.  Michelangelo vuelve a   trabajar al fresco, más de veinte años después de haber terminado la bóveda.  Esta vez, con muchos más años, la misma terribilità acentuada, harán que recree una  visión atormentada del fin del mundo, casi  apocalíptica. Dios como hombre ha venido a juzgar a los otros hombres. La iglesia sigue siendo triunfante, militante y purgante, pero la visión que Michelangelo tiene de la humanidad es aterradora. Los condenados van a la barca conducida por Caronte, para ser llevados donde Minos y Radamante los jueces del infierno. Aquí ya no hay arquitectura fingida, pero hay una humanidad que ha llegado al extremo escultural. Es un infierno dantesco porque está basado en La Divina Comedia, que Michelangelo recitaba de memoria. 

 Dios es un hombre joven  y musculoso, San Pedro un santo que convoca furia y fortaleza, Eva una mujer con cuerpo casi masculino porque para Michelangelo , como para los griegos, la perfección estaba en el cuerpo masculino.  Es una obra pictórica donde la escultura es más evidente que la pintura. El Juicio Final de Michelangelo  es portentoso, un trabajo para que el que hubo que remover un fresco previamente hecho por Pietro Perugino (1443-1526)


 y una pared cuyo arriccio, la argamasa que se ponía sobre el muro y dejaba secar, preparó su amigo Sebastiano del Piombo  (1485-1547). Michelangelo ya había desarrollado su propia receta para el intonaco, el yeso que debía aplicarse sobre el muro a ser pintado porque el secreto del arte del fresco consistía en que los pigmentos, meticulosamente preparados, se adhirieran al intonaco  húmedo. 






Michelangelo, hoy es recordado, precisamente por las obras que no quiso hacer: la Capilla Sixtina y la Cupula de San Pedro. Durante su larga vida trabajó para nueve papas y lo hizo cuando aún era un adolescente para el mecenas más importante de la península, el mismo un poeta y amante de las artes, Lorenzo, il Magnifico. Si bien la arquitectura es fingida parece real y Michelangelo está descubriendo un oficio al que todavía no sabía dedicaría los últimos años de su vida. Al trabajar la pintura como escultura y desde luego la arquitectura también más adelante, Michelangelo se está revelando como el artista total, único e insuperable, el Divino, como lo llamaban sus contemporáneos y todavía, creo yo, a pesar de los artistas  y arquitectos que surgieron a lo largo de los siglos después suyo, nadie ha llegado a esa capacidad productiva, a ese vivir solo para el arte y del arte, a esa genialidad que se despliega en las cuatro artes que practica, la pintura, la escultura, la arquitectura y la poesía. Su experiencia en el Palazzo Medici, acogido por Lorenzo de’ Medici y por su Círculo Platónico, lo marcará para siempre. 


Y todavía, mirar la obra de Michelangelo  y su evolución a lo largo de los años, su impresionante capacidad productiva es algo que sigue causando ese estupor, que nos quita el aliento y nos hace pensar que lo formidable no tiene que ser bello, porque desde luego los personajes que salen de la mente de Michelangelo, con la excepción del Adán de la Creación, no lo son, pero son extraordinarios, sublimes, como lo es toda su obra. 



ReferenciasCONDIVI, Ascanio. The Life of Michelangelo. Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press.HALL, B, Marcia. (2005) (editor) Michelangelo´s Last Judgement. New York : Cambridge University PressKING, Ross (2003) Michleangelo and the Pope´s Ceiling. New York. N.Y: Penguin BooksVASARI, Giorgio (1998) The Lives of the Artists Oxford: Oxford University Press   

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